Raúl Beceyro: «El material que ofrece la escena política para una película es descomunal»

Raúl Beceyro (1944, Sunchales, pcia. de Santa Fe) es docente, ensayista y realizador. Sus contactos con el cine se remontan a los años ‘60, cuando, por ejemplo, participó del guión de Palo y hueso (1967), película dirigida por Nicolás Sarquís basada en un cuento de Juan José Saer. Desde 1985 dirige el Taller de Cine de la Universidad Nacional del Litoral. Ha dirigido varios cortos y documentales, además de un único largometraje de ficción, Nadie nada nunca (1988), que –según recuerda– “Se dio en una muestra de Mar del Plata y tuvo algunos defensores, pero en general no gustó”, y, cuando se le señala que tal vez estaba fuera de época, se sincera sonriendo: “Quisiera consolarme con eso”. En la sección Panorama Democracias del BAFICI 2008 se exhibió 2007/Imágenes de Santa Fe 3, su documental sobre pormenores domésticos de las últimas elecciones en nuestra provincia, deteniéndose especialmente en las figuras de Griselda Tessio y del intendente de la ciudad capital, Mario Barletta. 2007/Imágenes de Santa Fe 3 completa una suerte de trilogía con Guadalupe/Imágenes de Santa Fe 1 (2000) y Jazz/Imágenes de Santa Fe 2 (2005). Con el aporte del músico Pedro Casís, el director piensa componer un solo documental de dos horas, integrando “la religión, la música y la política, tres temas que me interesan mucho”.
– ¿Por qué en 2007/Imágenes de Santa Fe 3 aparece tan poco Hermes Binner y no hay imágenes de Rosario, poniéndose el foco en los candidatos a vicegobernadora y a intendente de la ciudad de Santa Fe?
– Me atraía el tema de una mujer candidata. En algún momento hasta pensé en buscar otra, en otro partido, pero por suerte se armó. No está Rosario porque es un film hecho en la ciudad de Santa Fe. Y no está Binner porque fue muy difícil, no por una decisión nuestra. En la película hay, incluso, un momento de tensión y de dificultad de acceso. Uno entiende los problemas que tenían, reconozco que éramos molestos, que estábamos todo el día arriba de ellos, sin embargo la candidata nunca nos dijo no a nada. Y en cuanto al candidato a intendente, fue apareciendo de a poco. Las películas documentales necesitan dos cosas: la posibilidad de acceso y las técnicas adecuadas para eso, porque si no, uno se queda sin poder filmar o sin tener sonido. Pero si no se pudo registrar algo uno no lo lamenta, sino que trata de desarrollar la idea en otra situación parecida. Son las reglas de juego del documental.
– Años atrás usted realizó un trabajo similar sobre la Convención Constituyente en Santa Fe ¿considera que la política de nuestra provincia tiene algo de particular, de distinto?
– La política en Santa Fe es como está en la película: tiene esa característica medio pueblerina, medio provinciana. Para que eso esté en el documental tiene que haber pasado en la realidad. Es cierto que cuando filmamos hubo otras cosas, pero ninguna comparable en espesor con esta cuestión. Yo me río cuando se los ve tratando de ver a dónde tienen que dirigirse en ese pueblo, o preguntándole a la gente los nombres de las calles, pero eso pasó. Pasó, pudo ser filmado y fue conservado.
– Algunas escenas recuerdan a Cocalero (2006, Alejandro Landes), el documental sobre la campaña electoral de Evo Morales.
– Vi Cocalero con sumo interés. Diría que ese documental y el mío son primos hermanos. He hablado con gente que participó de Cocalero de todos los problemas que tuvieron: son los que se tienen cuando se trata de filmar la campaña de un candidato a gobernador o a presidente, de este país o de otros países. Todo esto nace en los años ’60 cuando un grupo de documentalistas norteamericanos filma Primarias (Primary, 1960, Robert Drew), sobre la candidatura del después presidente Kennedy. Ahí nació una línea del cine documental que es retomada por Raymond Depardon y otros. El año pasado, en el BAFICI hubo varias películas sobre esto, como la japonesa Campaña (Campaign, 2006, Kazuhiro Soda). Lo que pasa es que la escena política ofrece un material descomunal: tenés actores principales, de reparto, quinientos extras, sólo están esperando que uno vaya a filmarlos. Sería imposible armar una secuencia como la del final de la película, con Barletta caminando por ahí y llegando a un lugar donde hay quinientos tipos, no tendría la materialidad de lo real que tiene esa secuencia documental.
– Algunas situaciones, además de poner en evidencia la mirada del director, parecen gags de una comedia, como los partidarios diciéndose secretos o rumores al oído, o la candidata repitiendo el mismo saludo a distintas personas.
– Eso tiene que ver con el trabajo político. Hay que saludar a un montón de personas, como ya se lo veía en aquella película a John Kennedy, un profesional de la política, concentrado en saludar a cada una de las quinientas personas a quienes daba la mano. Debe haber muchas otras cosas sobre las cuales muchos cineastas podrían hacer otras películas, pero la misión que uno tiene es cerrar el discurso sabiendo que, aunque algunas cosas quedan afuera, en cierta manera se completa. No se puede objetivamente mostrar todo, es imposible.
– Otro elemento curioso que muestra el documental es que la gente se informa de lo que ocurre en Santa Fe (por ejemplo de quién va ganando las elecciones) a través de canales de TV de Buenos Aires, como si la opinión autorizada viniera de allí.
– Efectivamente, la política es también así. Eso viene por esos medios no sólo a nosotros, espectadores, sino incluso a los protagonistas. Y nuestra provincia aparece en contadas ocasiones: “Se está votando en Santa Fe”, “Ganaría Binner”, festejos de la televisión que se encuentran con los de la realidad, que por supuesto, tal como los muestra mi película, son mucho mejores. Uno busca que no sólo esté la realidad, sino que esté organizada, narrada, eso tienen en común el documental y la ficción. La escena política, como la musical o la teatral, o como la religión, ofrecen puestas en escena. Por eso hay tantos documentales que filman la política, la música o la religión. Incluyendo algunos míos.

Por Fernando G. Varea

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