Una búsqueda demasiado confortable

KARAKOL
(2020; dir. Saula Benavente)

Ficciones que hayan tenido como eje a una joven de privilegiada posición económica decidida a salir tras las huellas de un secreto familiar ha habido muchas: el hecho de que una historia de este tipo transcurra dentro del universo de una familia pudiente no sólo es válido sino también oportuno, por las zonas oscuras que puede haber detrás de la armónica apariencia y los modales amables. El caso de Karakol, sin embargo, es problemático, ya que nada demasiado turbio parece empañar el periplo de la protagonista.
El film de Saula Benavente (productora de Secuestro y muerte y, junto a Albertina Carri y Diego Schipani, de Bernarda es la Patria) comienza con la aparición de Mercedes (Dominique Sanda, que ya registra trabajos previos en el cine argentino, como Yo, la peor de todas y Garage Olimpo) conversando con sus hijos en su luminosa casona de paredes blancas, seguida del despliegue histriónico de Soledad Silveyra –a un paso de la sobreactuación– encarnando a una tía efusiva que, en determinado momento, le regala a la sirvienta un prendedor como si estuviera dándole un vuelto. Ese gesto y alguna referencia aislada a un portero y a una mujer paraguaya son los únicos atisbos de la indiferencia hacia personas de otra clase social y con otras preocupaciones en el transcurso de Karakol, en la que se habla todo el tiempo de viajes, aviones, vestidos y preparativos para una boda.
Está claro que detrás de la figura de ese padre fallecido puede haber algo más (una doble vida, un misterio, una traición) y que esto genera dudas en su hija Clara (Agustina Muñoz, actriz de varias películas de Marcelo Piñeyro e Inés de Oliveira Cézar), pero hasta cuando ésta visita una biblioteca o una librería en busca de información todo luce algo impostado y demasiado elegante. La búsqueda deriva en un viaje que la lleva a territorios majestuosamente desolados –el título de la película resulta ser el nombre de una ciudad–, donde tendrá oportunidad de reencontrarse con un antiguo amigo (Santiago Fondevila) que se traslada hasta allí sin sobresaltos, para luego dialogar ambos serenamente, entre tazas de té finamente decoradas y almohadones refinados.
¿De qué sirve develar el secreto profundo de quien uno ama? es una de las inquietudes que plantea la promoción de Karakol, aunque el film no genera el desasosiego o melancolía que tal interrogante despierta. La investigación no crece en tensión y el film avanza con más vocación turística que agitación dramática: de hecho, en medio de las cavilaciones con el confidente en cuestión en una esplendorosa Estambul, Clara es capaz de dejar a un lado su pálida angustia para preocuparse por comprar perfumes y souvenirs.

Por Fernando Varea

2 pensamientos en “Una búsqueda demasiado confortable

  1. Quisiera hacer un par de correcciones. Una es que la actriz se llama Agustina Muñoz, no Agostina. Otra que la película es del 2020 y no del 2029, Que Soledad Silveyra está al borde de la sobreactuación me parece un error de su parte, tenga en cuenta que hay personas que son así, desbordadas. Las quiebres de la tristeza a la alegría son muy interesantes y tipicos de ese tipo de personas. Me. hubiese gustado que hable del papel de Gustavo Corrado o de Luis Brandoni. En cuanto el resto de lo que comenta, coincido con usted. Valió la pena irse hasta allá para filmar eso? Creo que si se iba a Rio Negro volvía con una película más bonita y económica.

  2. Gracias por las observaciones. Ya fueron corregidos esos dos involuntarios errores de tipeo. Lo de Silveyra tal vez parezca demasiado desbordado en contraste con el resto de las actuaciones, tan contenidas y frías. De Brandoni y Corrado no tengo mucho que decir ya que sus trabajos son muy breves (el personaje de Corrado casi aparece de la nada y no tiene ni siquiera una línea de diálogo interesante). Y me alegro que, en algún punto, coincidamos. Por momentos parece que la película hubiera sido una excusa para viajar a un lugar exótico como Kirguistán.

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