Acompañando el sentimiento

DETRÁS DE LA LÍNEA AMARILLA
(2008/2010; dir: Arturo Marinho)

Al realizador y videasta Arturo Marinho (nacido en 1963 en Gral. Arenales, pcia. de Buenos Aires, y residente desde 1981 en Rosario), le seduce lo que se pierde y se gana en los viajes, las experiencias derivadas de las partidas y el exilio, como lo ha demostrado en algunos de sus trabajos (El barco, Un lugar después de otro). Esa inquietud vuelve a plasmarse en Detrás de la línea amarilla, donde se interesa por el desasosiego de un hombre solitario que deja Barcelona para retornar a Rosario, después de la muerte de su padre.
El documental comienza haciendo confluir bellas figuraciones distorsionadas: el reflejo del follaje de árboles de la calle o de figuras humanas en un aeropuerto, o la imagen de una moto cruzando como una flecha la ciudad, invitan a ingresar en la vida del protagonista no mediante un prólogo informativo, sino a través de los sentidos.
A partir de detalles y conversaciones casuales, vamos conociendo a este extranjero en su propia tierra. La cámara de Marinho se adhiere a él, lo sigue siempre de cerca, mientras lava los platos, habla por teléfono en una habitación de hotel o realiza un trámite en Tribunales. Acompañar a este personaje para comprenderlo parece ser el objetivo primero de Detrás de la línea amarilla. Sus emociones nunca aparecen explicitadas, y, sin embargo, es posible encontrarlas en los melancólicos planos de la ciudad mojada por la lluvia o tocada por luces casi fantasmales durante la noche. Tampoco es declamado el cariño del protagonista por su lugar de procedencia, pero las comparsas del carnaval, la cancha de bochas, el viaje en colectivo o las charlas familiares aluden a esa añoranza por un paisaje geográfico y humano que le es propio. Distraídamente aparecen, también, referencias a la discriminación sufrida por personas como él en otras tierras.
Detrás de la línea amarilla no es explicativa. El nombre del film es un guiño y no hay textos ni diálogos que especifiquen quién es el protagonista, cómo es su familia o a qué se dedica. Sólo viéndolo, siguiéndolo en su modesto periplo entre viaje y viaje, podemos deducir lo que piensa y lo que siente. Y, quizás, valorarlo como símbolo de tantos que, como él, atraviesan circunstancias parecidas.
Es alentador que, dentro del llamado Programa Estímulo a la Producción Audiovisual, el Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia de Santa Fe apoye y difunda proyectos como éste o como Los nueve puntos de mi padre (el documental en primera persona de Pablo Romano, parte también de Digital Buró), obras que abordan el espacio santafesino no con criterio turístico o pedagógico sino con cierta idea de búsqueda, de tanteo, sustituyendo cerradas conclusiones por sensibles apuntes sobre los sentimientos de quienes lo habitan.

Por Fernando G. Varea

http://www.digitalburo.com.ar

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