30 años, 30 películas

La participación de películas en festivales internacionales como embajadoras de nuestra cultura, el compromiso de legisladores y gobernantes en promover leyes beneficiosas para los trabajadores del medio, la concreción de proyectos gestados por grupos sociales, la asistencia masiva del público para ver obras que lo representan: cualquiera de estas variables podría servir para examinar el peso de la democracia en nuestro cine en los últimos 30 años. Pero habría que analizar también otro punto: la libertad que se ha tenido, no sólo para denunciar (haciendo del cine un apéndice del periodismo) o provocar (transgrediendo límites impuestos durante demasiado tiempo, sobre todo por el Ente de Calificación Cinematográfica que desde 1968 permitió y ejerció la censura), sino para expresarse volcando pensamientos y deseos sin prejuicios ni cálculos. Teniendo en cuenta este parámetro, la siguiente es una lista posible de películas valiosas realizadas o estrenadas desde que el 30/10/1983 los argentinos volvimos a elegir a nuestros representantes.

  • Evita (Quien quiera oír que oiga) (1984, Eduardo Mignogna) y Los hijos de Fierro (1972/75, Fernando Pino Solanas). La primera tibia y sencilla, la otra realizada en la clandestinidad varios años antes de la recuperación de la democracia, ambas se estrenaron en 1984 -en medio de otras más emblemáticas y ruidosas- reflexionando sobre el peronismo y el pasado reciente con una ternura (en el caso de Mignogna) y una audacia narrativa y formal (por parte de Solanas) entonces infrecuentes.
  • Los días de junio (1984, Alberto Fischerman). En medio del oportunismo del cine argentino post-dictadura una película sobre reencuentros y frustraciones generacionales adulta, que dio importancia a las sensaciones, a las miradas, al color.
  • El amor es una mujer gorda (1986, Alejandro Agresti). Cáustica, escéptica, ocasionalmente brillante expresión juvenil en tiempos difíciles para los nuevos directores.
  • Juan, como si nada hubiera sucedido (1987, Carlos Echeverría) y Habeas corpus (1987, Jorge Acha). Filmadas con escasos recursos pero claridad conceptual, indagaron en la angustia de los años oscuros sin demagogia y sin lucrar con el tema.
  • La deuda interna (1988, Miguel Pereyra), Historias mínimas (2002, Carlos Sorín) y Las acacias (2010, Pablo Giorgelli). Historias contadas con humildad y cariño hacia personajes provincianos y hacia los espectadores, que –agradecidos– resultaron, en los tres casos, más de los esperados.
  • Hospital Borda, un llamado a la razón (1986), Jaime de Nevares, último viaje (1995, ambas de Marcelo Céspedes y Carmen Guarini) y Dársena Sur (1997, Pablo Reyero). Documentales sensibles y sinceros que hicieron ver lo encubierto: la desidia oficial o la corrupción que desdeñan el bienestar de la gente y enturbian la democracia.
  • Facundo, la sombra del tigre (1994, Nicolás Sarquís). Película-miniserie desacostumbradamente lírica y sanguínea para aproximarse a la historia argentina del siglo XIX, con resonancias de la vocación constante de los argentinos por las conspiraciones y la violencia.
  • Rapado (1992, Martín Rejtman) y Pizza, birra, faso (1997, Adrián Caetano/Bruno Stagnaro). Personajes jóvenes conducidos hacia ningún destino heroico por directores de su misma edad, que supieron salirse del patrón del cine argentino adornado y aleccionador.
  • Garage Olimpo (1999, Marco Becchis). Primera ficción sobre la dictadura 1976/1983 que –a pesar del clisé de una actriz extranjera encarnando a una víctima de la represión– se apartó de lo habitual, evitando las medias tintas, los sentimentalismos y los devaneos narrativos.
  • La ciénaga (2000, Lucrecia Martel). Tensiones y agobios pueblerinos plasmados con inusual agudeza, obteniendo de territorios conocidos una belleza enrarecida y un extraño misterio, rasgos que la directora siguió explotando en sus siguientes películas.
  • El abrazo partido (2003, Daniel Burman). Comunicativo intento de un realizador principiante de ejercitar un realismo costumbrista sin desbordes.
  • Nietos (Identidad y memoria) (2004, Benjamín Ávila). El mejor documental argentino sobre los desaparecidos, con dos méritos infrecuentes: exposición de registros irrefutables y una protectora calidez.
  • El aura (2005, Fabián Bielinsky). Caso excepcional de un film de género que apeló a la intriga y al suspenso confiando en los recursos propios del cine, sin adosar referencias a hechos históricos u otros elementos tramposamente prestigiosos.
  • Aniceto (2007, Leonardo Favio). Aunque se lo esperó con desconfianza (sobre todo por la idea de repetir con variantes algo ya hecho), resultó un trabajo seductor realizado sin especulaciones, luminoso broche final de la obra del intuitivo director mendocino.
  • El sueño del perro (2007, Paulo Pécora), El último verano de la boyita (2009, Julia Solomonoff) y Excursiones (2009, Ezequiel Acuña). Agridulces reivindicaciones de las evocaciones y los afectos, realizadas por tres directores sólo fieles a sí mismos. 
  • El árbol (2006, Gustavo Fontán). Poesía (por fin) sin poses, delicadamente extraída de detalles cotidianos.
  • Historias extraordinarias (2008, Mariano Llinás). El redescubrimiento del valor de jugar con personajes y de inventar historias, sin sujetarse a otra cosa que a la magia de los relatos.
  • Criada (2009, Matías Herrera), Papirosen (2011, Gastón Solnicki) y Escuela Normal (2012, Celina Murga). Documentales diferentes pero con algo en común: su profundidad y transparencia para  reflexionar sobre la educación, la familia, el poder y la libertad.

Cuando la democracia reaparecía a fines de 1983 la producción audiovisual santafesina era escasa. Lenta y esforzadamente fueron surgiendo escuelas de cine, espacios alternativos de exhibición, nuevos directores, infinitos proyectos. ¿Generó todo ello una producción estimable, con un perfil propio? ¿La gran cantidad de realizaciones fue acompañada del deseable nivel de calidad? ¿Se crearon leyes beneficiosas para el sector y para la difusión del material? ¿Los organismos vinculados al ámbito audiovisual -estatales y privados- se han mostrado abiertos a la crítica y la aceptación de propuestas, con auténtico espíritu democrático? Las respuestas provocarían saludables discusiones. En tanto, en plan de destacar una película santafesina realizada en los últimos 30 años, merece nombrarse La escuela de la Señorita Olga (1991, Mario Piazza), que no sólo rescató a una figura querida de la historia regional reuniendo voces anónimas y procurando plasmar el inasible material del que está hecha la memoria, sino que, además, perduró por la fuerza de la gente que la vio, la buscó, la recomendó y, espontáneamente, la impuso en la consideración pública.

Por Fernando Varea

Publicado en la edición del 10/10/2013 del diario Cruz del Sur

7 pensamientos en “30 años, 30 películas

  1. cuanto te falta, me parece que por omicion o falta de investigacion, hay ausentes mas de 30 mas, no hay que ser tan determinante papa, mira mas

    fernando zago

  2. El propósito no fue hacer una investigación ni hacer una lista de los títulos más emblemáticos o premiados («La historia oficial», «La noche de los lápices», «El exilio de Gardel», «El secreto de sus ojos», etc.) sino, precisamente, destacar los 30 títulos que a mí me parecieron valiosos, por motivos estrictamente narrativos y estéticos o porque en ellos veo coherencia entre forma y fondo. Es algo subjetivo, desde ya, pero traté de fundamentarlo lo mejor posible.

  3. Increible , muy bueno !
    Mi nombre es Shirley Ladino, hago parte del programa radial la cocina del periodismo , el Viernes 8 de Nov, vamos hablar del cine argentino y nos gustaría contar con su participación.
    La idea es hacerle una breve entrevista al aire telefónicamente , el programa va de 13 hs a 14hs , te agradezco de ante mano la atención brindada y quedo atenta a tu respuesta .

  4. bueniisima la lista! eso rescatar pelis «0lvidadas» como la de fischerman ( a la que agregaría el documental ficionado Gombrowicz o la seducción, del mismo Fischerman, con Andres di tella como asistente)
    te agrego unas màs: las dos primeras de Polaco, Diapasón, y en Nombre del hijo ( algo mas que un resu,en del unveros» polaco» y obras que camina sobre su propio filo, y dicen mucho ma sque aquellas del cine de denuncia. A demás Polaco, en la segunda sobre todo, muestra una Buenos Aires sucia, hipocrita, llena de miseria, que no deja de ser anticipatoria a la de la decada dle 90 y que no se via por estos pago salvo en el primer Agresti).
    Otra pelicula que incluiría sería cualquiera de Ana Poliak, ( que vivan los crotos, Parapalos) pero sobre todo La fe del volcán, antciipación del estaliido del 2001, pero como deseo personal, desesperado. Y la no menos poco mencionada Cuarteles de invierno de lautaro murua, una exact adaptacion de la novela homónima de Osvaldo Soriano, en clave noir – pelicula de perdedores éticos, con el gran Ferrigno, y un descomunla Tato Pavlovsky) o el otro noir de Noche sin lunas ni soles de Martinez Suarez, que tambien hablaba de coas pendientes en clave policial sobre la novela de Agustin Tizziani. Y habea corpus o standars , pelicula aún secretas de Jorge Acha. eas seme ocuren por ahora y las holamdo argentas de Agresti sobre todo Ela cto en cuestión. y algun perrone tambien.
    saludos
    ale ricagno
    ya se superè las 30 pelis, digocualquiera de estas podria estar…

  5. Qué bueno Alejandro que compartas mi idea de rescatar ciertas películas que, personalmente, considero más representativas de la democracia que otras más exitosas o emblemáticas.
    Por otra parte, comparto tu opinión sobre las que agregarías: las dos primeras de Polaco tienen cosas que están buenísimas, CUARTELES DE INVIERNO y NOCHE SIN LUNA NI SOLES son dos muy buenos policiales lamentablemente olvidados, EL ACTO EN CUESTION tiene momentos brillantes, HABEAS CORPUS la nombro en mi lista. La verdad es que podríamos decir que la cosecha es buena, que se han hecho bastantes buenas películas…
    Muchas gracias por tu comentario.

  6. Hola, creo que entre los muchos que dejaste fuera, más allá de los gustos de cada uno. hay especialmente 3 que x su importancia, calidad, originalidad y peso, que no pueden quedar fuera, es muy errado que no estén. Estos son La Libertad (Lisandro Alonso) El Bonaerense o Mundo Grúa (Trapero) y Vikingo (Campusano)

  7. Estoy de acuerdo con vos, Cristian, respecto a LA LIBERTAD. La obra de L.Alonso puede ser discutida pero significó algo nuevo, al menos en el cine argentino. Incluso puede decirse que se adelantó a otras películas (europeas y asiáticas) que vinieron después, con un estilo similar.
    P.Trapero tiene indudable oficio y sus películas merecen atención, pero MUNDO GRÚA y EL BONAERENSE creo que responden un poco a una línea realista-testimonial que nuestro cine ya venía cultivando anteriormente (aunque Trapero supo hacerlo sin solemnidad y sin repetir algunos clisés).
    Y al cine de Campusano no le veo la gracia, por ahora. Me parece un director sobrevalorado. Estaré atento a sus nuevas películas, de todas formas.
    Muchas gracias por pasar por acá, leer y comentar.

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