Imágenes del entusiasmo

AMADORAS
(2015; dir: Arturo Marinho, prod: Javier Matteucci)

Mientras el chantaje emocional, el impacto gratuito y la sobreabundancia de explicaciones detonan a diario en los informes periodísticos e historias de vida que suele ofrecernos nuestra televisión, la obra de Arturo Marinho (videasta nacido en 1963 en Gral. Arenales, pcia. de Buenos Aires, residente desde 1981 en Rosario, realizador de Detrás de la línea amarilla, El amansador y Los degolladores) se abre espacio en el universo audiovisual con una estimable búsqueda de recursos honestos, exquisitos incluso (cinematográficos si se quiere), por lo que merecería mayor atención y difusión.
Amadoras es su nuevo trabajo para TDA: un unitario documental dividido en cuatro capítulos de media hora, que realizó y editó acompañado por Javier Matteucci (productor animoso y responsable), Fernando Romero de Toma (que domina como pocos el diseño y edición de sonido), Sandra Martinez Massaro (productora ejecutiva), Agustín Pagliuca, Lucio Azcurrain y Darío Caamaño.
Las protagonistas son mujeres deportistas: en torno a sus comienzos en el box, la natación, la navegación y el automovilismo, su preparación física y expectativas para participar en competencias de distinta importancia, gira el recorte que propone la serie. Voces en off, recreaciones y textos sobreimpresos son sustituidos por conversaciones de entrecasa (ligeramente orientadas o guionadas) para dar información al espectador sobre esas luminosas jóvenes. Entre mates que van y vienen, juegos de naipes, miradas a viejas fotografías e incluso la preparación de una torta, las chicas rastrean en voz alta el germen de su vocación, recordando temores propios y de sus familias. Detrás de ese clima afectuoso se insinúan, sutilmente, estratos sociales diferentes.
Entrenadores y colegas por un lado, padres y amigos por otro, aportan consejos en medio de preparativos por viajes a Estados Unidos o a Mar del Plata (los traslados permanecen fuera de campo) y entrenamientos, atravesados por expresiones como “Hay que llegar”, “Quiero más”, “Podemos”. Optimismo y esfuerzo que no parecen suficientes sin apoyarse en alguna forma de fe (en sí mismas, en la familia, en los amigos, en alguna figura religiosa).
Como en realizaciones previas, Marinho encuadra ocasionalmente pies, manos, espaldas, sombras y espejos; de esa manera, en Amadoras asoma algo de reflexión o melancolía en los intersticios de ambientes plenos de contagiosa energía. Consigue transmitir, además, de manera vívida, el perfume de la mañana en un frío descampado o el húmedo aliento de un salón de boxeo barrial.
No parece haber propósitos de darle a Amadoras una impronta feminista ni nacionalista, aunque son mujeres las que llevan (sin grandilocuencia) la palabra y alguna bandera argentina asoma por ahí, en un momento inesperado. Autos de juguete o el deseo de ir a ver al cine a Maravilla Martínez hablan, asimismo, de esas aficiones que desbordan hasta apropiarse del tiempo de ocio. Y la alegría o la satisfacción, finalmente, no brotan por un premio en dinero sino por alcanzar la perfección en una danza acrobática en el agua o el acuerdo tras un trabajo en equipo.
Por momentos desconcierta la música utilizada, hasta que se descubre en ella la intención de enfatizar un halo épico: de ese entusiasmo que provee la pasión por practicar un deporte –mezclado con las contingencias de la vida cotidiana– se ocupa, elocuentemente, Amadoras.

Por Fernando G. Varea

https://vimeo.com/dfilm

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